Todo empezó cuando un barco de propiedad del comerciante
Alonso de Illescas, natural de Sevilla, encalló cerca de la costa de Esmeraldas
y un contingente de negros esclavos del África, que eran traídos con destino a
Guayaquil y Lima, lograron escapar a las montañas y llevar consigo las armas de
sus opresores.
Los negros fugitivos validos de sus conocimientos en tierras
semejantes y de las armas que portaban y ayudados por el color de su piel,
desplazaron a los indios y luego hicieron alianzas con ellos lo que les
permitió enfrentar a los blancos, que habían fundado un pueblo llamado Puerto
Viejo desde donde querían conquistar Esmeraldas, porque supuestamente allí se
encontraban las minas de oro, plata y esmeraldas, y que antes que los españoles
los invadieran, ellos les hacían escaramuzas de guerra.
Se cruzaron las razas, se confundieron las culturas, el
sonar de tambores, marimbas y ocarinas con acompañamiento de flautas y
sonajeros, se hicieron habituales en esta parte de América, hicieron bailes y
danzas ritualistas, con hermosos movimientos rítmicos los cuerpos aprendieron
nuevos modelos de pasos y las mujeres gozaron cimbrando armoniosa y
sensualmente sus cinturas, entre negras e indias empezaron a vivir nuevos
jolgorios de alegrías, y sus idiomas se hicieron uno solo; juntos lloraron sus
tragedias y descubrieron su génesis, se contaron sus historias y renegaron de
los blancos y las historias se convirtieron en tradiciones que hasta hoy nos
alcanzan.
A este testimonio de esclavitud los blancos empezaron a
forjar una nueva historia que justificara su barbarie, para que todos creamos
que la esclavitud y la explotación a la que fueron sometidos los negros fue
necesaria y buena, que los negros salieron voluntariamente del África, en
grandes barcazas, buscando ser reconocidos como súbditos de los reyes europeos,
para que les enseñen a vivir como humanos, que los eduquen en su lengua y en
sus costumbres y que los acojan como hijos desventurados y los conviertan en ciudadanos;
que los negros llevaron consigo caros regalos de variadas formas y como amistad
sincera llevaron a sus hijas y a sus mujeres y los blancos las tomaron gustosos
y nacieron nuevos súbditos con una tez distinta.
Al arribo de estas naves con sus viajeros de Guinea y
Angola, los blancos izaron banderas de todas sus colonias en señal de
bienvenida, prepararon fiestas y banquetes, se adornaron con sus trajes dorados
sobre los que refulgían collares de perlas, pecheras de oro y colgantes de
plata, y los reyes de Portugal y España bailaron con los reyes del África Negra
que vestían blusas de zapán o cortezas secas de plátano y taparrabos de
algodoncillo, usando sus mejores pinturas en sus caras y adornadas sus cabezas
con penachos de plumas de aves exóticas; bailaron al son de castañuelas y
pasodobles con el uso de marimbas y sonajeros, hicieron uso de fragancias
diversas, los blancos con sus perfumes de damiselas y los negros con su olor a
sudor de piel negra.
El rey negro llevó consigo una culebra que representaba a la
fauna inmensa del continente donde se inició la vida y los blancos dijeron que
la culebra representaba a Eva, que hizo perder el Paraíso con que Dios había
regalado a Adán, que la culebra y la mujer constituían la representación viva y
encarnada del pecado.
Pudo empezar esta fiesta, si así la podemos llamar, en el
mismo Montecristi donde predominaba la raza india y existían muchos esclavos
negros, reunidos en la cofradía de la virgen Nuestra Señora de Monserrate, en
la que aportaban con dinero y con bienes materiales para su sostenimiento y su
progreso, esta fue una de las cofradías más ricas y de mayor influencia en la
provincia, dirigida por el cura latacungueño Cayetano Ramírez y Fita , que
llegó a ser obispo de Guayaquil aunque no se posesionara por el encono que le
guardaba Vicente Rocafuerte, pero que obedecía a los mandatos del patrón con
dinero aunque el cura expresara su amor y protección a los indios y a los
negros, cofradía que ayudó a solventar gastos en la guerra de independencia y
en las guerras internas políticas lo que menguó su economía y empobreció a la
región durante algún tiempo, y en este lapso de tiempo, entre los inicios de la
república y la imposición del liberalismo, 1830 – 1880, en Montecristi se
dieron sucesos especiales y se formaron liderazgos y enfrentamientos de indios
contra blancos, de nativos cancebinos
(manteños) contra españoles comerciantes y ricos propietarios venidos del
continente europeo.
Así nació esta fiesta pagana, en una dramatización que a los
artistas actuales llama la atención por la vivacidad con que se construyen las
escenas y la riqueza en simbolismos con que la presentan; fiesta creada a
partir de dos mundos distintos, como herencia brutal de la colonia española,
fiesta pagana de negros convertida en fiesta cristiana, festejada ahora por
cholos y mestizos, y que para iniciar la misma debe darse misa y ser bendecida
por el cura.
Foto: https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjzFu-nRf9kxpeNM83CGBJfbGplNhLNPkSKUL3f1ZDYSg7sPS-T4VO6mDvEGPAtmWArtSbTCMgDB8wSvn-jhkYBCcmiRX1rT28fIZr8atX-7GV5yfsKrfiuiyieQoVQalJSVt42FQ-8RmU/s1600/912095.jpg
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