Aquí podemos encontrar la génesis de la fiesta de San Pedro y San Pablo que se cumplen en Manabí, cada año.
Supuestamente, desde el siglo XIX, esta historia que pudo haber llegado hasta nuestro territorio con algún grupo africano que vivió y participó en dicha revuelta y en la construcción de su propia organización interna, conformada por un gabinete real que representaba el reino del que procedían, por lo que “los miembros de la cofradía nombraban un rey, una reina, duques, condes, marqueses, príncipes, capitanes de la Guardia, secretarios del rey, damas y otras dignidades de la casa del rey"1.
Los negros libertos y esclavos, en 1608, “habían planificado que para el día de reyes del año siguiente habría de estallar una conjuración de negros”2, que para esa fecha “habrían de dar muerte a los blancos y proclamar rey a un esclavo negro” y procedieron en sus fiestas y en secreto a elegir a su rey que guiaría la revolución que se proponían.
Eligieron como primer rey a Yanga, que en las montañas dirigía a los negros libertos, que ya viejo y derrotado por las fuerzas realistas resignó su trono a Pablo, nacido en África, casado con María quien fue la reina, pero Pablo murió y en su lugar nombraron como nuevo rey a Diego quien se consideró viejo para tales menesteres y eligieron a Pedro, hermano de Pablo, que contrajo nupcias con la reina viuda.
Se designó a la corte, secretarios y autoridades reales. En las romerías, procesiones, en sus danzas y en sus bailes honores les rendían, y acataban sus órdenes como si estuvieran en su reino y sus vasallos fueran.
Pero los españoles, avisados de la rebelión que se tramaba, con una estrategia bien planificada, apresaron a los líderes negros y desarticularon el complot, los redujeron a prisión y los castigaron con azotes; y, cuando todo se había calmado la iglesia procedió a cimentar su presencia con un mejor adoctrinamiento, y cambiaron la fiesta, en su forma y en su contenido, ya no hubo reyes ni príncipes que se eligieran, solo los santos que se veneraban.
A los negros les enseñaron a vivir sus fiestas bajo las costumbres tradicionales de los blancos, haciéndose uniformes de parada para representar a ambas razas, remedando sus lujos y luciendo costosas joyas, comprando y poniéndose caros perfumes y cosméticos de los blancos para parecerse, oler y ser bellos como ellos; dándose opíparos banquetes con copiosas libaciones e invitando a los blancos y a los indios a sus mesas; usaron los mismos símbolos de la sociedad opresora, arrastraban las cadenas con alegría aunque estas esclavizaran sus cuerpos que al ser arrastradas semejaran llantos con sonidos de guerra.
Llevaban en sus manos a la culebra como símbolo representativo de la fauna africana aunque para los cristianos represente el pecado carnal y la pérdida del paraíso; hacían flamear las banderas de las cofradías que son también banderas del reino negro por cada etnia a la que pertenecían; la imagen de los mismos santos, de Pablo el rey negro, que lo trajeron por mar a un mundo que no era suyo, nacido en África, y que es esclavo en América; igual sucede con Pedro que es rey por la muerte de Pablo, con María que tuvo por maridos a Pablo y a Pedro, con su séquito de damas como corte de compañía; la cárcel que es el último espacio donde se recluyen a los negros que conspiraron para terminar con el poder blanco en Nueva España; y, finalmente, negros e indios, esclavizados y explotados, festejando con los blancos una libertad imaginada.
1 Henry Nguema Allo. El sistema esclavista
2 Quero y Rosso, Luis. Negros y mulatos de Nueva España. 1932
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